Tagore

Si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas. (Tagore)

viernes, 3 de diciembre de 2010

!Qué tiempos aquellos!


Efectivamente eran otros tiempos.

El día 27, cumplí un año sin fumar. Siempre hasta ahora había dicho:
“Sé que algún día, cuando diga el médico, tendré que dejarlo”
Y ese día llegó, sin avisar y sin que pudiera programar mi mente para esta nueva situación. Mi respuesta fue un no rotundo. Lloraba y creí que el mundo se acababa en ese momento.
Agustín dijo, Toya lo siento pero el momento es aquí y ahora. Te has quedado sin poder respirar en dos ocasiones y no podemos exponernos más. Mi hija que era su fan nº 1, tomó una bolsa y limpió los cajones de mi armario.
Ha sido una de las pocas veces que me he sentido verdaderamente impotente y sobre todo dependiente. Comprendo lo que es ser adicto a una droga, en este caso el tabaco, y los trucos que se pueden inventar para conseguir una dosis.
Recuerdo que ese sería mi mayor problema pues nadie de casa querría ayudarme, y entonces en décimas de segundos se me encendió una luz. Los viernes venía a casa el huevero, y pensé que con un poco de suerte él sería mi abastecedor.
Cómo las lágrimas no cesaban mientras les decía que al no ser una decisión voluntaria no funcionaría, mi hija me dijo:
“Vale, ¿aceptas fumar 5 cigarros máximo e ir reduciendo uno cada día? Yo seré quién te ponga el tabaco en el paquete.”
Acepté de inmediato, y lo más grande de todo es que jamás encendí ni uno sólo de los permitidos. Simplemente dominé mi ansiedad porque sabía que en un momento de angustia tenía al alcance de mi mano un cigarro.
Ha pasado un año y les aseguro que todas las teorías para dejar de fumar que Dios por no haber hecho trampas para fumar, pues el sentimiento de culpabilidad que se me hubiera creado habría sido insoportable. Si pasa algo lo acepto pero es imperdonable que sea yo la que lo provoque.
Hace años escribí una poesía a un buen amigo mío:

Al amigo bote
¿Dónde estás bote querido?
No te escondas que me estresas
Pues todas mis ansias calman
Tu latógena redondez
¿Dónde estás bote querido?
Que la angustia me devora
Si cerca de mí no estás.
¡Calma mujer, calma!
¿No me ves?
En la mesa
Bajo la cama
O en las manos de Monchi.
¡Mil gracias mi viejo amigo!
Sedante de mi inquietud
Tu visión me tranquiliza
Y aunque tu barriga lleno
De colillas y ceniza
Sigues fiel a nuestra cita
Siempre inmutable
Siempre amigo.
Toya

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