Ya tenemos preparado el Pesbre para recibir al Niño Dios.
Lo he mirado muchas veces y cada vez que lo hago me lleno de ternura. Aparentemente parece un caos pero si miramos más allá, aparece la inocencia de la autora y su gran vitalidad. A su edad es inconprensible que aquello que ellos pueden manejar permanezca estático y ordenado convenientemente.
Dejémonos invadir por ese espíritu infantil y sorprendámonos admirando las grandes posibilidades de paisajes distintos que pueden llegar a formar unas pequeñas fiuras del belén.
Este año el Belén de nuestro hogar es precioso porque tiene vida.
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