Tagore

Si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas. (Tagore)

jueves, 6 de enero de 2011

Noche de Reyes

Mi primer recuerdo infantil

Cada uno de nosotros guarda en su memoria lo que podríamos llamar nuestro primer recuerdo de la infancia.
 El mío es de una mágica noche de Reyes. En mi mente aparecen flases de ese día y como es natural la historia completa me la contó mi madre en más de una ocasión, pues también en ella dejó huella.
 No se qué edad tenía, pero desde luego era muy pequeña. Vivíamos en el pueblo, Yeste, y aquella noche la magia entró en mi vida.
 Recuerdo a mi hermano Ricardo y a mí, sentados en el suelo al lado de una gran fogata que había en la chimenea y frente a un gran aparato de radio que mi padre hizo nuestro durante un tiempo.

El aparato de radio se parecía a este y se estaba retransmitiendo en directo por Radio Nacional la Cabalgata de Reyes desde Madrid. Mis padres junto a nosotros colaboraban ardientemente a dar realismo a lo que estábamos oyendo y la verdad es que lo consiguieron con creces.
 Anteriormente habíamos dejado en la cancela de casa, una espuerta con paja para los camellos y comida para sus Majestades. Creo que la mayoría hemos oído alguna vez una narración radiofónica y comprenderán lo que estoy diciendo.
 Parece que fuera hoy cuando mi padre nos decía “¿oís los cascos de los caballos? Eso es que están ya muy cerca.” Aquella frase tuvo un efecto mayúsculo.
 Me contaban que hablaba sin parar, reía, saltaba y escuchaba aquellas voces con un interés desmesurado. Parece ser que la retransmisión estaba a cargo de locutores expertos que sabían contarnos la llegada de sus majestades con todo tipo de detalles.
 La comitiva de Melchor Gaspar y Baltasar se mezclaba con los vítores de la muchedumbre, trompetas sonando, ruido de cascos de caballos y relinchos, música y una voz en of que ponía el resto, de tal forma que no necesitábamos imágenes para vivir aquella noticia con todo realismo.
 Llegó un momento en que la emoción nos mantenía sin respiración, mi padre subió el volumen del aparato de radio y el chocar de los cascos de los caballos contra el asfalto se oía cada vez más y más cerca. Según contaba mi madre, toda yo era un manojo de nervios que no sabía si reír o llorar.
 En un momento determinado mi padre gritó: “Ya han llegado, corred a la cancela para ver si os han dejado algún regalo”
 Aquello fue como el disparo de salida en una carrera. Más que correr debí volar y ahora si que tengo grabada en mi memoria lo que pasó. Es como si tuviera delante una fotografía de aquel momento indescriptible.
Allí junto a la espuerta de paja había una maravillosa cocina de hierro fundido como la que tenía mi madre en casa. Junto a ella y de porcelana roja brillante, estaba toda una batería de cocina proporcional al tamaño de la cocina con todo tipo de utensilios, cacerolas sartenes y todo lo demás.


 Los ojos se me salían de mis órbitas al mismo tiempo que se me escapó un grito y empecé a saltar y correr en todas direcciones. Esta  situación se repetía una y otra vez, me acercaba a mis tesoros y empezaban de nuevo los gritos y las carreras.
 Creo que pocas veces he sido tan feliz como en aquella ocasión, de hecho fue un acontecimiento familiar que hemos recordado en multitud de ocasiones entre risas y añoranzas.
 Deseo con toda mi alma que esta noche cada ser humano tenga su momento de magia inolvidable.
 Toya

1 comentario: